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NOVIEMBRE,2021

Era sábado 16 de marzo de 1940 y en España, las once de la noche pasaron a ser las doce por orden del gobierno de facto del general Franco.

Aunque en ese momento probablemente nadie lo esperaba, la decisión marcó el inicio de un cambio en la historia del país que está todavía rodeado de polémica.

Cuando lo anunció, el gobierno afirmó que «oportunamente» avisaría del restablecimiento de la hora «normal».

Con ello se refería al huso horario del meridiano de Greenwich (GMT, en invierno), el que corresponde a España por su geografía, ya que la mayor parte de la península queda dentro la zona determinada por esta línea imaginaria adoptada como referencia para los husos horarios de todo el mundo.

Pero esto nunca sucedió y 76 años después esa anomalía sigue marcando el día a día de los 46 millones de españoles.

Toda España (salvo las Islas Canarias, donde hay una hora menos) tiene la Hora Europea Central (la de Berlín) en lugar de la Occidental (la de Londres), lo que implica una hora de adelanto con respecto al sol en invierno y dos en verano, como promedio.

Vigo
 

En las zonas occidentales (como la región de Galicia), hay lugares en que el sol se pone a las 22.00 de la noche en verano y en invierno no sale hasta las 9 de la mañana.

«La discrepancia entre la hora solar y la oficial puede llegar a ser de casi tres horas», explica  Pere Planesas, astrónomo del Observatorio Astronómico Nacional.

Con la hora de Berlín

La decisión del gobierno de facto de Franco se publicó en una orden que cita «la conveniencia de que el horario nacional marche de acuerdo con los de otros países europeos».

Una razón que se cita a veces es que Franco lo hizo como gesto hacia Hitler.

Pero Planesas cree que el cambio se trató de un «típico adelanto de la hora de verano», como afirma en su artículo «La hora oficial en España y sus cambios», publicado en el Anuario del Observatorio Astronómico de Madrid, en 2013.

Pero llegó el otoño… y la hora no se acomodó al horario anterior de invierno.

Y así permaneció hasta 1942, según Planesas, cuando España reanudó el horario de verano, volviendo a adelantar el reloj una hora en esos meses (GMT+2).

Un año antes, Inglaterra había adoptado también la hora alemana.

Así que la hora de España, Alemania, la Francia ocupada por los nazis, Reino Unido y Portugal se acompasó.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, Inglaterra volvió a la hora GMT, mientras que Francia y España no lo hicieron.

Hitler y Franco.
 
 

Y así, España se quedó con la hora de Berlín. De forma que Vigo, en Galicia, tiene la misma hora que Varsovia (Polonia), que está a 3.200 kilómetros de distancia, pero una hora más que Oporto, a solo 150 kilómetros.

La situación no es única de España: también Francia, Holanda Bélgica y Luxemburgo tendrían que estar en el tiempo de Greenwich.

España sigue con la hora de Berlín cuando debería estar con la de Londres

De acuerdo con la Sociedad Española del Sueño (SES), cualquier alteración horaria implica un periodo de adaptación, ya que altera el tiempo de exposición al sol y desequilibra el reloj interno. Y este es el motivo por el que se eligió hacer la transición de madrugada. No obstante, este intento de minimizar sus consecuencias no es del todo efectivo.

Estos cambios provocan un sueño insuficiente, desorganizado y de mala calidad, que puede favorecer la aparición de enfermedades como el cáncer, el Alzheimer y la hipertensión arterial, pero también la obesidad, diabetes, infarto de corazón, el ictus, la depresión y la ansiedad».

Es frecuente que los primeros días después del cambio de hora algunas personas refieran irritabilidad, falta de concentración, bajo rendimiento laboral e insomnio. El primer día después del cambio notaremos hambre antes de las horas habituales y cansancio. Esto se ve reflejado, según varios estudios en un aumento de accidentes laborales y de tráfico en los días posteriores al cambio, especialmente en el de primavera.

En general, la adaptación no debería ser muy larga, ya que las alteraciones son mayores cuantas más horas conlleve el cambio. Al tratarse solo de una hora, hay personas que no experimentan grandes consecuencias.

En el caso de los niños y personas mayores es más notorio, pues sus ritmos circadianos son menos flexibles, al igual que la gente con insomnio o mujeres con desajustes hormonales.

Tamara Lloret
Directora de Naturtek.

CONSEJOS PARA LLEVAR MEJOR EL CAMBIO

Una forma de realizar este cambio de forma progresiva y disminuir así sus posibles efectos negativos, sería actuar durante la semana previa modificando 10 o 15 minutos cada día los horarios de comidas y de acostarnos y levantarnos.

Otras herramientas serías practicar ejercicio físico moderado, moderar el consumo de bebidas estimulantes y evitar el uso de fármacos para dormir y uso de pantallas por la noche.

También es aconsejable el consumo de alimentos que te aporten energía y reduzcan la fatiga, como los frutos secos, los granos integrales, la fruta o las semillas.

Otros alimentos para combatir la ansiedad son los ricos en vitamina D, omega-3 y triptófano. Destacan los huevos, pescados azules o lácteos.

EL FUTURO DEL CAMBIO DE HORA

A pesar de que se ha demostrado que los efectos de ahorro energético son reales, estos son mínimos y cada vez menos relevantes. Su enfoque era el de aprovechar más horas de luz, pero ahora el uso de la luz artificial está extendido incluso a lo largo del días, y los trabajos cada vez incluyen más turnos, incluida la noche.

Los expertos apuestan por el horario de invierno para dejarlo instaurado como horario fijo para todo el año, pues conlleva promover una mayor exposición a la luz natural cuando la mayoría de las personas están trabajando o en la escuela, en contraposición a lo que sucede con el de verano.

El horario de invierno facilita tener más horas de sueño y un despertar más natural que coincide con el amanecer, promoviendo un ritmo biológico más estable. Esto implicaría un adelanto de todos nuestros horarios sociales, ya que en España somos de horarios tardíos: nos gusta cenar tarde y acostarnos tarde. Pero, va en contra de nuestro reloj biológico, porque su principal sincronizador es la luz natural.

 

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NOVIEMBRE,2021

Era sábado 16 de marzo de 1940 y en España, las once de la noche pasaron a ser las doce por orden del gobierno de facto del general Franco.

Aunque en ese momento probablemente nadie lo esperaba, la decisión marcó el inicio de un cambio en la historia del país que está todavía rodeado de polémica.

Cuando lo anunció, el gobierno afirmó que «oportunamente» avisaría del restablecimiento de la hora «normal».

Con ello se refería al huso horario del meridiano de Greenwich (GMT, en invierno), el que corresponde a España por su geografía, ya que la mayor parte de la península queda dentro la zona determinada por esta línea imaginaria adoptada como referencia para los husos horarios de todo el mundo.

Pero esto nunca sucedió y 76 años después esa anomalía sigue marcando el día a día de los 46 millones de españoles.

Toda España (salvo las Islas Canarias, donde hay una hora menos) tiene la Hora Europea Central (la de Berlín) en lugar de la Occidental (la de Londres), lo que implica una hora de adelanto con respecto al sol en invierno y dos en verano, como promedio.

En las zonas occidentales (como la región de Galicia), hay lugares en que el sol se pone a las 22.00 de la noche en verano y en invierno no sale hasta las 9 de la mañana.

«La discrepancia entre la hora solar y la oficial puede llegar a ser de casi tres horas», explica  Pere Planesas, astrónomo del Observatorio Astronómico Nacional.

Con la hora de Berlín

La decisión del gobierno de facto de Franco se publicó en una orden que cita «la conveniencia de que el horario nacional marche de acuerdo con los de otros países europeos».

Una razón que se cita a veces es que Franco lo hizo como gesto hacia Hitler.

Pero Planesas cree que el cambio se trató de un «típico adelanto de la hora de verano», como afirma en su artículo «La hora oficial en España y sus cambios», publicado en el Anuario del Observatorio Astronómico de Madrid, en 2013.

Pero llegó el otoño… y la hora no se acomodó al horario anterior de invierno.

Y así permaneció hasta 1942, según Planesas, cuando España reanudó el horario de verano, volviendo a adelantar el reloj una hora en esos meses (GMT+2).

Un año antes, Inglaterra había adoptado también la hora alemana.

Así que la hora de España, Alemania, la Francia ocupada por los nazis, Reino Unido y Portugal se acompasó.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, Inglaterra volvió a la hora GMT, mientras que Francia y España no lo hicieron.

 

Y así, España se quedó con la hora de Berlín. De forma que Vigo, en Galicia, tiene la misma hora que Varsovia (Polonia), que está a 3.200 kilómetros de distancia, pero una hora más que Oporto, a solo 150 kilómetros.

La situación no es única de España: también Francia, Holanda Bélgica y Luxemburgo tendrían que estar en el tiempo de Greenwich.

 

España sigue con la hora de Berlín cuando debería estar con la de Londres

 
 

De acuerdo con la Sociedad Española del Sueño (SES), cualquier alteración horaria implica un periodo de adaptación, ya que altera el tiempo de exposición al sol y desequilibra el reloj interno. Y este es el motivo por el que se eligió hacer la transición de madrugada. No obstante, este intento de minimizar sus consecuencias no es del todo efectivo.

Estos cambios provocan un sueño insuficiente, desorganizado y de mala calidad, que puede favorecer la aparición de enfermedades como el cáncer, el Alzheimer y la hipertensión arterial, pero también la obesidad, diabetes, infarto de corazón, el ictus, la depresión y la ansiedad».

Es frecuente que los primeros días después del cambio de hora algunas personas refieran irritabilidad, falta de concentración, bajo rendimiento laboral e insomnio. El primer día después del cambio notaremos hambre antes de las horas habituales y cansancio. Esto se ve reflejado, según varios estudios en un aumento de accidentes laborales y de tráfico en los días posteriores al cambio, especialmente en el de primavera.

En general, la adaptación no debería ser muy larga, ya que las alteraciones son mayores cuantas más horas conlleve el cambio. Al tratarse solo de una hora, hay personas que no experimentan grandes consecuencias.

En el caso de los niños y personas mayores es más notorio, pues sus ritmos circadianos son menos flexibles, al igual que la gente con insomnio o mujeres con desajustes hormonales.

 
comida en círculos
Tamara Lloret
Directora de Naturtek.

CONSEJOS PARA LLEVAR MEJOR EL CAMBIO

Una forma de realizar este cambio de forma progresiva y disminuir así sus posibles efectos negativos, sería actuar durante la semana previa modificando 10 o 15 minutos cada día los horarios de comidas y de acostarnos y levantarnos.

Otras herramientas serías practicar ejercicio físico moderado, moderar el consumo de bebidas estimulantes y evitar el uso de fármacos para dormir y uso de pantallas por la noche.

También es aconsejable el consumo de alimentos que te aporten energía y reduzcan la fatiga, como los frutos secos, los granos integrales, la fruta o las semillas.

Otros alimentos para combatir la ansiedad son los ricos en vitamina D, omega-3 y triptófano. Destacan los huevos, pescados azules o lácteos.

EL FUTURO DEL CAMBIO DE HORA

A pesar de que se ha demostrado que los efectos de ahorro energético son reales, estos son mínimos y cada vez menos relevantes. Su enfoque era el de aprovechar más horas de luz, pero ahora el uso de la luz artificial está extendido incluso a lo largo del días, y los trabajos cada vez incluyen más turnos, incluida la noche.

Los expertos apuestan por el horario de invierno para dejarlo instaurado como horario fijo para todo el año, pues conlleva promover una mayor exposición a la luz natural cuando la mayoría de las personas están trabajando o en la escuela, en contraposición a lo que sucede con el de verano.

El horario de invierno facilita tener más horas de sueño y un despertar más natural que coincide con el amanecer, promoviendo un ritmo biológico más estable. Esto implicaría un adelanto de todos nuestros horarios sociales, ya que en España somos de horarios tardíos: nos gusta cenar tarde y acostarnos tarde. Pero, va en contra de nuestro reloj biológico, porque su principal sincronizador es la luz natural.

 

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