El hambre se desata a partir de diferentes estímulos, la comida entra por los ojos, o por el olfato, pero también depende de nuestro estado de ánimo; eso explica lo de atiborrarse de helado cuando estamos tristes o nerviosas. Es evidente que el hambre no es solo un capricho de nuestra panza, sino una respuesta a una estimulación sensorial compleja que involucra a todos nuestros sentidos. En la mayoría de los casos, es el cerebro el que nos dice que tenemos hambre, no el estómago. Así, hemos descubierto que hay al menos ocho tipos de hambre, según lo que la estimule, pero de ellas, solo una es «verdadera», la del estómago. Aquí te enseñamos a reconocer los distintos tipos de hambre y te damos las claves para afrontar el deseo de comer cuando realmente no es necesario.
Qué lo activa: la visión de cualquier alimento apetitoso, sobre todo con azúcar o grasa.
Cómo actuar: aparta la mirada de ese pastel que te ha tentado. Ve a por una manzana, si no te apetece, en realidad no tienes hambre. Si sí te apetece, cómetela despacio, masticando bien cada bocado.
Qué lo activa: el olor del pan recién horneado, de guisos, de asados.
Cómo actuar: como el olfato es un estímulo más agresivo que la vista, una manzana no servirá para engañar la gusa. Tómate una tostada integral con queso blanco, y si te mueres por algo dulce, añade un par de dátiles troceados. Eso te permitirá sobrevivir sin matar a nadie hasta la hora de la comida o la cena.
Qué lo activa: la tristeza, la ansiedad y el aburrimiento
Cómo actuar: si de pronto te encuentras vagando por la cocina, buscando algo para comer es que tienes otro problema que no es el hambre. Respira hondo y trata de localizar qué es lo que te produce esas ganas de comer, porque sabes que en realidad se trata de otra cosa. Y sobre todo, sal de la cocina. Si puedes, ve a dar un paseo, a correr o a hacer algo de ejercicio físico. Llama a una amiga, abre tu corazón, no la nevera.
Qué lo activa: no se sabe muy bien, pero sucede. Probablemente sea estrés, pues comer cosas que te obligan a masticar alivia la ansiedad.
Cómo actuar: ten siempre a mano una opción baja en calorías o en grasas saturadas, barritas de cereales sin azúcar, o yogur griego, o un puñadito (el diminutivo aquí es porque ha de ser pequeño) de frutos secos.
Qué lo activa: el reloj
Cómo actuar: por suerte, este es el momento en el que no tienes que engañar al estómago con una infusión o una barrita, es hora de comer. Tómatelo con calma, mastica despacio y saborea este momento. Literalmente.
Qué lo activa: algún déficit nutricional
Cómo actuar: aprende a escuchar a tu cuerpo; si notas que tienes siempre muchas ganas de tomar lácteos, tal vez te falte calcio. Si persiste esa fijación por un alimento, ve al médico a que te haga unos análisis y descarte cualquier carencia.
Qué lo activa: el cansancio
Cómo actuar: échate una siesta de 15 minutos, es el remedio más infalible. No pongas en peligro tu puesto de trabajo, si no puedes echar esa cabezadita, toma proteínas (una barrita, un batido o un puñado de almendras); te dará fuerza.
Qué lo activa: un rugido en el estómago
Cómo actuar: Come. Pero antes evalúa tu hambre, de 1 a 10. Si es de 1 a 3, tómate una manzana o una barrita, si es de 2 a 6, a por una tostada con jamón o cualquier otro snack ligero y si es de 7 a 10, es que es el momento de hacer una de las comidas principales del día.
Es importante escucharnos, conocernos y poco a poco ser más conscientes de nuestro apetito real. El ayuno es una herramienta que nos ayuda a diferenciar el hambre. Hacer un registro de comidas también nos ayuda mucho y sobre todo acudir a un profesional también te enseñará a comer bien y a poder evitar ese terrible picoteo incesante o esa sensación de vacío en el estómago que a veces podemos tener por querer comer mejor pero no saber organizarlo bien!!4
JUNIO, 2021
Seguro que habréis oído hablar de hambre real y hambre emocional, pero si os digo, que hay más tipos de hambre ??
la sensación de hambre se asocia con un deseo imperioso de alimentos y otros efectos fisiológicos, como contracciones rítmicas del estómago y agitación que impulsan la búsqueda del alimento. El apetito es el deseo de alimento, a menudo muy concreto, y ayuda a determinar la calidad de la alimentación. Si la búsqueda del alimento surte efecto, aparece una sensación de saciedad. Todas estas sensaciones dependen de factores ambientales y culturales y también de elementos fisiológicos que regulan centros concretos del encéfalo, en particular, el hipotálamo.
Cuando preguntamos a las personas por qué les apetece comer, la mayoría responden que comen porque tienen hambre, pero al pedirles que describan la sensación de hambre no saben como hacerlo. Una de las causas por las que esto ocurre es porque existen diferentes clases de hambre; todos estos tipos son experiencias que suceden en forma de emociones, sensaciones y pensamientos. Hay diferentes razones por las cuales podemos sentir hambre: puede ser que la última ingesta la hayamos realizado hace 8 horas o puede que nos sintamos cansados, ansiosos o solos. Algunas de nuestras experiencias no están relacionadas con el hambre de comida, pero cuando las sentimos tratamos erróneamente de apaciguarlas comiendo.
El hambre más básica y la primera que a todos se nos viene a la cabeza es el hambre fisiológica, que aparece cuando las reservas de energía de nuestro cuerpo están bajas. Todo sería muy sencillo si este fuese el único tipo de hambre, pero… hay más, mucho más. Tenemos hambre visual, hambre de tacto, hambre auditiva, hambre olfativa, hambre bucal, hambre estomacal, hambre mental y hambre del corazón.
Es el tipo de hambre que aparece cuando vemos alguna comida apetitosa. Independientemente de que tu estómago se encuentre saciado, si se activa este tipo de hambre, sentirás el impulso de dar un bocado a aquello que la activó.
Algunos ejemplos de hambre visual los podemos experimentar cuando, tras una copiosa comida estamos llenos, pero falta el postre y… ¡siempre hay un hueco para el postre! O cuando al ver un anuncio de una jugosa hamburguesa se nos antoja ir a cenar a una hamburguesería.
El hambre de tacto se refiere al hecho de sentir más satisfacción al comer si lo hacemos con las manos en lugar de utilizar cubiertos. En nuestra cultura esto nos puede parecer antihigiénico pero los árabes, indios y africanos comen con las manos y según ellos utilizar cubiertos es como atacar la comida con un arma. Al comer de esta manera nos conectamos más con lo que estamos comiendo, haciéndolo de manera más consciente.
Es aquella que se produce por el sonido de los alimentos. Solemos preferir aquellos alimentos que crujen, lo cual se debe a que si esto sucede implica que es fresco como ocurre con las zanahorias, manzanas o la lechuga. Esto no es nada novedoso; de hecho, los publicistas llevan años beneficiándose de este tipo de hambre: un ejemplo de ello lo podemos ver en los anuncios de patatas Lays cuando afirman que sus patatas producen el crujido más intenso o en los del helado Magnum, que destacan por el sonido del crujir del chocolate al dar el primer mordisco.
Esta hambre se despierta ante un olor agradable, como por ejemplo el que desprende el pan recién hecho o la salsa de tomate para la pasta. El olor de los alimentos tiene la capacidad de crearnos sensación de hambre incluso cuando no la tenemos.
La lengua solo puede diferenciar cinco sabores: dulce, salado, amargo, agrio y umami (sabroso) y es el olor de la comida lo que nos permite disfrutar del amplio abanico de sabores que tenemos a nuestro alcance, por ello no es casualidad que cuando estamos enfermos y no podemos oler, la comida nos sepa insípida.
El hambre bucal es el deseo de la boca de experimentar placer, pero lo placentero varía de una persona a otra en función de la genética, los hábitos de alimentación de cada familia y de factores culturales. Un ejemplo de esto último puede experimentarse al viajar a otros continentes: los asiáticos consideran que comer cangrejos y langostas es asqueroso, mientras que para ellos los insectos fritos son un perfecto snack.
Esta hambre es aquella que solemos identificar como una sensación de vacío o como retortijones en el estómago. Podemos pensar que este órgano nos avisa de cuando debemos alimentarlo, pero en realidad esto no es así, sino que somos nosotros, con nuestros hábitos alimentarios quienes le hemos enseñado a avisarnos de cuando debemos llenarlo de comida. Por ejemplo, las personas que nunca desayunan no experimentan hambre hasta el mediodía, mientras que quienes si que lo hacen se levantan con apetito, pero basta con dejar de desayunar durante 4 días para que esa sensación de vacío en el estómago a primera hora de la mañana desaparezca.
El hambre mental está basada en pensamientos: “me merezco un helado”, “debería de hacer 6 comidas al día” o “tengo que beber 2 litros de agua diarios”.
Esta hambre está condicionada por lo que leemos y escuchamos sobre la alimentación. Por ejemplo, hace años se pensaba que comer más de dos huevos al día era malo para la salud porque aumentaba el colesterol, por lo que las personas se preocupaban mucho de no sobrepasar su ingesta de huevos. Actualmente se han publicado diversos estudios que evidencian que esto es falso y que el colesterol elevado no tiene nada que ver con la cantidad de huevos consumidos. La idea de que debemos comer según lo que se publique en los últimos estudios científicos nos ha llevado a seguir diferentes dietas de moda, la mayoría de las cuales no suelen tener ningún sentido, como la dieta de la piña o la idea de no comer hidratos de carbono a partir de las 6 de la tarde. Todo esto nos lleva a comer con ansiedad porque nos distrae de las señales que nos manda nuestro cuerpo, en quien realmente deberíamos confiar.
Cuando sentimos esta hambre lo que intentamos llenar no es un agujero en el estómago, sino en el corazón. Comemos cuando tenemos un desengaño amoroso, cuando fallece un ser querido… en definitiva, cuando nos sentimos solos. De esta manera intentamos cuidar de nosotros mismos sin ser conscientes que la comida no llenará el vacío o el dolor que sentimos, porque ese vacío solo se llena con la interconexión que sentimos con los demás.
¿Cómo podemos satisfacer el hambre del corazón? Algunas ideas pueden ser hablar con un amigo, dar un paseo bajo el sol, escuchar música, dibujar… cualquier cosa que te satisfaga y te haga sentir en conexión con los demás y contigo mismo.
«Naturtek. Un nuevo concepto de salud.»
El hambre es la motivación que nos induce a ingerir alimentos, los cuales aportan los nutrimentos que requiere el
organismo.
El proceso de la ingestión de alimento o alimentación, se puede dividir en las siguientes fases:
1. Fase de inicio. Se basa tanto en el estado interno del organismo, como en el valor incentivo de la meta alimenticia por alcanzar (alimento por consumir), lo cual origina cambios en la corteza cerebral que permiten la selección de un programa motor óptimo para la fase de procuración de nutrimentos.
2. Fase de consumo. Se caracteriza por una acción estereotipada con movimientos rítmicos y ajustes autonómicos
que incluyen la secreción de saliva, ácido clorhídrico, insulina
y otras respuestas reguladoras.
3. Fase de término. Se explica principalmente por la acción de las diversas señales de llenado gástrico y de saciedad
El hambre se desata a partir de diferentes estímulos, la comida entra por los ojos, o por el olfato, pero también depende de nuestro estado de ánimo; eso explica lo de atiborrarse de helado cuando estamos tristes o nerviosas. Es evidente que el hambre no es solo un capricho de nuestra panza, sino una respuesta a una estimulación sensorial compleja que involucra a todos nuestros sentidos. En la mayoría de los casos, es el cerebro el que nos dice que tenemos hambre, no el estómago. Así, hemos descubierto que hay al menos ocho tipos de hambre, según lo que la estimule, pero de ellas, solo una es «verdadera», la del estómago. Aquí te enseñamos a reconocer los distintos tipos de hambre y te damos las claves para afrontar el deseo de comer cuando realmente no es necesario.
Qué lo activa: la visión de cualquier alimento apetitoso, sobre todo con azúcar o grasa.
Cómo actuar: aparta la mirada de ese pastel que te ha tentado. Ve a por una manzana, si no te apetece, en realidad no tienes hambre. Si sí te apetece, cómetela despacio, masticando bien cada bocado.
Qué lo activa: el olor del pan recién horneado, de guisos, de asados.
Cómo actuar: como el olfato es un estímulo más agresivo que la vista, una manzana no servirá para engañar la gusa. Tómate una tostada integral con queso blanco, y si te mueres por algo dulce, añade un par de dátiles troceados. Eso te permitirá sobrevivir sin matar a nadie hasta la hora de la comida o la cena.
Qué lo activa: la tristeza, la ansiedad y el aburrimiento
Cómo actuar: si de pronto te encuentras vagando por la cocina, buscando algo para comer es que tienes otro problema que no es el hambre. Respira hondo y trata de localizar qué es lo que te produce esas ganas de comer, porque sabes que en realidad se trata de otra cosa. Y sobre todo, sal de la cocina. Si puedes, ve a dar un paseo, a correr o a hacer algo de ejercicio físico. Llama a una amiga, abre tu corazón, no la nevera.
Qué lo activa: no se sabe muy bien, pero sucede. Probablemente sea estrés, pues comer cosas que te obligan a masticar alivia la ansiedad.
Cómo actuar: ten siempre a mano una opción baja en calorías o en grasas saturadas, barritas de cereales sin azúcar, o yogur griego, o un puñadito (el diminutivo aquí es porque ha de ser pequeño) de frutos secos.
Qué lo activa: el reloj
Cómo actuar: por suerte, este es el momento en el que no tienes que engañar al estómago con una infusión o una barrita, es hora de comer. Tómatelo con calma, mastica despacio y saborea este momento. Literalmente.
Qué lo activa: algún déficit nutricional
Cómo actuar: aprende a escuchar a tu cuerpo; si notas que tienes siempre muchas ganas de tomar lácteos, tal vez te falte calcio. Si persiste esa fijación por un alimento, ve al médico a que te haga unos análisis y descarte cualquier carencia.
Qué lo activa: el cansancio
Cómo actuar: échate una siesta de 15 minutos, es el remedio más infalible. No pongas en peligro tu puesto de trabajo, si no puedes echar esa cabezadita, toma proteínas (una barrita, un batido o un puñado de almendras); te dará fuerza.
Qué lo activa: un rugido en el estómago
Cómo actuar: Come. Pero antes evalúa tu hambre, de 1 a 10. Si es de 1 a 3, tómate una manzana o una barrita, si es de 2 a 6, a por una tostada con jamón o cualquier otro snack ligero y si es de 7 a 10, es que es el momento de hacer una de las comidas principales del día.
Es importante escucharnos, conocernos y poco a poco ser más conscientes de nuestro apetito real. El ayuno es una herramienta que nos ayuda a diferenciar el hambre. Hacer un registro de comidas también nos ayuda mucho y sobre todo acudir a un profesional también te enseñará a comer bien y a poder evitar ese terrible picoteo incesante o esa sensación de vacío en el estómago que a veces podemos tener por querer comer mejor pero no saber organizarlo bien!!