Si tomas tres tazas de café al día y le añades una o dos cucharas de azúcar, estarás consumiendo entre 10 y 20 gramos de este edulcorante, casi el límite máximo fijado por la OMS: 25 gramos diariosPara tomar un café saludable, además hay que tener cuidado con los añadidos. Según la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), lo conveniente es huir del azúcar. Y es que si tomas tres tazas de café al día y le agregas entre una o dos cucharas de azúcar, estarás consumiendo entre 10 y 20 gramos de este edulcorante, casi el límite máximo fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS): 25 gramos diarios, el 5 % de la energía total necesaria al día. Además, estarás incrementando las calorías o el valor energético que por sí solo el café no tiene. Con esta premisa y para no excedernos, aconsejamos aprender a sacar el azúcar del café: optar por el grano natural y tomarlo solo. Además, saborearlo sin azúcar, ya sea blanco, moreno, de caña integral o panela. Cuanto menos azúcar tomemos, mejor. Y para quien no se acostumbre al amargor, hay algunos trucos: «Por ejemplo, añadir canela en rama o en polvo, coco rallado o vainilla (en esencia o polvo)». En otras palabras: abraza los aromas naturales y deja de sentirte culpable cuando tomes tu café. Una buena taza de café hecha con amor me despeja cuerpo y mente, y a ti ¿Cómo te gusta el café ?
El árbol del café procede del norte de Etiopía (antes llamada Abisinia), en el oriente de África.El cafeto es probablemente originario de la provincia de Kaffa, en Etiopía,pero la cuestión no está resuelta completamente. Crece en los bosques altos del suroeste de Etiopía, de 1300 a 2000 metros de altitud. El cafeto es un arbusto de 10 a 12 metros que crece espontáneamente.
Una leyenda muy difundida sobre el origen del café es la de un pastor de Abisinia, llamado Kaldi, que observó el efecto tonificante que unos pequeños frutos rojos de unos arbustos habían tenido sobre las cabras que lo habían consumido, efecto comprobado por él mismo al renovarse sus energías. Kaldi llevó unas muestras de hojas y de frutos a un monasterio, donde los monjes probaron el brebaje preparado a base de los frutos, para evitar quedarse dormidos en los oficios nocturnos.
Otra teoría atribuye a los ancestros de los oromo ser los primeros en reconocer el efecto energizante del café: habrían mezclado con grasa sus granos molidos y formado bolitas para usarlas como raciones en expediciones guerreras. Aunque la distribución de los cafetos en África sugiere que la planta crecía en forma silvestre o en cultivos a lo largo del continente desde la Antigüedad, no hay pruebas directas que permitan ubicar estos primeros cultivos ni saber qué tribus lo usaban como estimulante. Los datos arqueológicos disponibles hoy en día no permiten afirmar si el uso o conocimiento del café es de antes del siglo XV: el proceso de elaboración de la bebida, largo y complejo, explica quizás el descubrimiento tardío de las virtudes de las semillas del cafeto, poco atractivas inicialmente.
La primera fuente que hace clara mención al uso del café fue escrita por Abd Al-Qadir al-Jaziri. Dicha primera referencia narra que el café habría sido llevado desde Etiopía a Yemen, a mediados del siglo XV aproximadamente, donde los sufíes lo usaban para permanecer despiertos durante sus oraciones, y posteriormente se extendió a Arabia, donde se le llamó qahwa (قهوة), que significa «vigorizante».
De las más de cien especies que pertenecen al género Coffea, se usan principalmente solo dos para la preparación de la bebida: Coffea arabica y Coffea canephora. La primera especie abarca casi tres cuartas partes de la producción mundial y se cultiva principalmente desde México hasta Perú.
También se cultivan, en una escala mucho menor, las especies C. liberica, C. racemosa, C. sthenophylla y C. abeokutae.
Llegados a su destino, los granos son tostados, lo que desarrolla su aroma y les da su color oscuro. En algunos países, el tueste se hace añadiendo hasta un 15 % de azúcar a los granos de café, en cuyo caso el proceso se denomina torrefacción y el café resultante, con un sabor algo más vigoroso y granos de brillo aceitoso a consecuencia del caramelo depositado, café torrefacto. En la torrefacción, hay quienes utilizan café de peor calidad y otros que no.
Con el tueste, los granos aumentan su tamaño. Al principio de la aplicación del calor, el color de los granos verdes pasa a amarillo, luego a marrón canela. Es en ese momento cuando el grano pierde su humedad. Cuando la temperatura en el interior alcanza alrededor de 200 °C, salen los aceites de los granos. En general, cuanto más aceite hay, más sabor tiene el café.
Durante el tueste, los granos se agrietan de una forma similar a la de las palomitas de maíz que explotan bajo calor. Hay dos momentos de «explosión» que se utilizan como indicadores del nivel de tueste alcanzado.
El nivel o grado de tueste, lo que se refiere al color del café, es un indicador utilizado por tostadores y vendedores para definir el perfil sensorial que un café posee.
Sin embargo, con el ascenso del café de especialidad, el enfoque sobre la calidad del café y el control del tueste, se comprende que es más importante el perfil del tueste que el color final del grano tostado. En palabras sencillas, el perfil de tueste define el tiempo, la temperatura y el incremento de ésta en el grano durante el tueste, además de los parámetros como presión de gas, aire y la velocidad de rotación del tambor que el tostador utiliza.
Independientemente de los colores finales, un tostador tiene que saber cómo el proceso de tueste afecta al desarrollo del grano y cómo los compuestos saborizantes se forman o se degradan durante este proceso; esto con el objetivo de lograr el perfil sensorial deseado. Existen ciertos patrones que el tostador puede seguir:
Los sabores que normalmente se le atribuyen a los distintos niveles de tueste son:
Según los últimos estudios, beber entre tres y cinco tazas pequeñas diarias de esta infusión puede alejar el riesgo de sufrir diabetes tipo 2 y protege tu corazón. Incluso existe evidencia científica que sostiene que el café previene la enfermedad de Parkinson. Y por si fuera poco, una investigación publicada en JAMA que analizó su efecto en 500.000 personas concluyó que tomar café puede ayudarte a vivir más años.
¿Unas virtudes exageradas? Según los expertos, no. Y a algunos incluso les sabe a poco. Gregorio Varela, catedrático de Nutrición y presidente de la Fundación Española de Nutrición (FEN), añade algún beneficio más: puesto que «sus granos constituyen una buena fuente de ácido clorogénico -explica-, el café nos protege contra algunos tipos de cáncer y reduce la aparición de piedras en la vesícula«. Además, nos pone de buen humor.
Eso sí, para disfrutar de sus efectos sin riesgos, hay que beberlo de forma moderada: un máximo de entre tres y cuatro tazas diarias, según Varela, cada una de entre 60 y 80 miligramos de cafeína por toma.
Y también conviene tener en cuenta que el café no nos sienta a todos igual: mientras que para algunos tres tazas diarias están bien, otros no toleran más de dos, una o incluso ninguna. El médico de atención primaria Mariano de la Figuera también destaca los beneficios de las sustancias antioxidantes que contiene, pero recuerda que existe «una respuesta individual a la tisana». Por ejemplo, la cafeína se absorbe de forma más lenta en las personas mayores, que deben reducir el consumo.
Por eso, la Fundación Española de Nutrición alerta del peligro de tomarlo en exceso, en especial, si tienes problemas de hígado. En este caso, recomienda no sobrepasar las dos tazas.
Capuchino, vienés, solo… ¿Cuál es el mejor? Obtener todos los beneficios de esta infusión resulta más complicado que pedir un cortado o un café con leche. Para exprimir al máximo sus propiedades saludables hay que aprender a distinguir los tipos de grano y sus tuestes descritos anteriormente.
Para escoger el más saludable, los expertos coinciden: cuanto más natural, mejor. Así que opta por el natural. El café sin manipular aporta polifenoles y sustancias antoxidantes útiles para la salud, sin añadir lo negativo del azúcar.
Si tomas tres tazas de café al día y le añades una o dos cucharas de azúcar, estarás consumiendo entre 10 y 20 gramos de este edulcorante, casi el límite máximo fijado por la OMS: 25 gramos diarios
Para tomar un café saludable, además hay que tener cuidado con los añadidos. Según la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), lo conveniente es huir del azúcar. Y es que si tomas tres tazas de café al día y le agregas entre una o dos cucharas de azúcar, estarás consumiendo entre 10 y 20 gramos de este edulcorante, casi el límite máximo fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS): 25 gramos diarios, el 5 % de la energía total necesaria al día. Además, estarás incrementando las calorías o el valor energético que por sí solo el café no tiene.
Con esta premisa y para no excedernos, aconsejamos aprender a sacar el azúcar del café: optar por el grano natural y tomarlo solo. Además, saborearlo sin azúcar, ya sea blanco, moreno, de caña integral o panela. Cuanto menos azúcar tomemos, mejor.
Y para quien no se acostumbre al amargor, hay algunos trucos: «Por ejemplo, añadir canela en rama o en polvo, coco rallado o vainilla (en esencia o polvo)». En otras palabras: abraza los aromas naturales y deja de sentirte culpable cuando tomes tu café.
Una buena taza de café hecha con amor me despeja cuerpo y mente, y a ti ¿Cómo te gusta el café ?