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SEPTIEMBRE, 2021
“Sin prisa, pero sin pausa” es una expresión popular que hace referencia a una forma de desarrollar una actividad, bien podríamos hacerla sinónimo de constancia, de perseverancia, quizás también de prudencia, de cierta paciencia.
Dice la sabiduría popular que las prisas nunca son buenas y también que las prisas no son buenas consejeras. La prisa (palabra que en estas frases populares usamos en plural) es la necesidad o el deseo de hacer algo con rapidez, con urgencia, y es uno de los grandes males de nuestro siglo.
A la hora de adelgazar conviene hacer un completo «trabajo de campo»: explorar el terreno, los hábitos, el entorno y los gustos de cada uno son las claves para que la dieta llegue a buen término
La obesidad se ha convertido en una auténtica epidemia en algunos países europeos como España, lo que la convierte en la enfermedad metabólica más frecuente: el 14 % de la población (cinco millones de personas) ya la padece. Pero es que, si hablamos de sobrepeso, la cifra alcanza nada más y nada menos que el 38 %, según datos aportados por la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada (SENBA) en el marco del IV Congreso que se ha celebrado en Sevilla recientemente.
Hoy en día, para el tratamiento de la obesidad la mayoría de los especialistas se muestran partidarios de regímenes no muy estrictos, que persigan ante todo la pérdida moderada (un 10% es lo ideal) y mantenida de peso, que tenga en cuenta el entorno y los hábitos de vida de cada individuo y al que se añada como complemento el ejercicio físico moderado.
«La pérdida de peso es una carrera de fondo”»
Variables a considerar a la hora de diseñar un plan
De nada sirve poner el mismo régimen a una señora de mediana edad, acostumbrada a picar entre horas y a la que no le gusta nada el deporte, que a un joven con horarios estrictos de trabajo, con cierta actividad física y que lo que suele hacer es darse el atracón a ciertas horas? Por ello, cuando el médico diseñe tu dieta lo hará en base a una serie de variables que aseguren su éxito:
Los errores más frecuentes
Tomando confianza
Con el tratamiento de la obesidad es preciso una modificación conductual que en ocasiones precisa incluso de la ayuda de un tratamiento psicológico. La cuestión es lograr que el paciente se afiance en sus nuevos hábitos y adquiera autoestima y confianza en lo que hace. Por lo tanto, prestar apoyo al paciente obeso desde las consultas de psicología o psiquiatría puede ayudarle mucho a descartar la responsabilidad y el sentimiento de culpa, resaltando los aspectos positivos y los logros conseguidos, e insistiendo sobre los hábitos alimentarios y de actividad física aprendidos.
La obesidad en niños y jóvenes
El 30% de los niños obesos serán adultos obesos: ésta es una estadística real que preocupa sobremanera a los endocrinos. Pero ¿cómo evitar un problema que está alcanzando cotas alarmantes en los países desarrollados? Atajándolo a tiempo para evitar la obesidad en la etapa adulta. ¿Y cómo? Mejorando la alimentación, aumentando la actividad física a costa de ganarle terreno a los ratos de televisión y ordenador, y en general, modificando correctamente la conducta del niño obeso.
Según indica el Consenso SEEDO 2000 elaborado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, en la mayoría de los casos es suficiente con estabilizar el peso sin pretender una reducción ponderal, ya que el incremento de masa muscular asociado al crecimiento permitirá, en muchas ocasiones, normalizar el peso. Además, hay que asegurar una ingesta suficiente de energía y nutrientes con el fin de preservar el crecimiento y el desarrollo físico e intelectual, aumentando el consumo de frutas, verduras y glúcidos complejos y disminuyendo la ingesta de bebidas azucaradas y alimentos ricos en grasas del tipo bollería, fritos o aperitivos. Y sobre todo es fundamental incentivar la actividad física.
En este empeño por cambiar los hábitos del niño obeso resulta muy importante involucrar a toda la familia, ya que los padres desempeñan un papel muy importante en el cambio de hábitos. Pero cuidado con los mensajes alarmistas y restrictivos, sobre todo en las niñas: hay que ir con cautela para no promover el desarrollo de trastornos en la conducta alimentaria (anorexia o bulimia). Respecto a estas desviaciones de la conducta, un estudio realizado por la Universidad de Navarra en 2.862 chicas de la comunidad foral, ha sacado a la luz el papel determinante que adquieren en su desarrollo el entorno familiar y la comunicación con los padres, el comer en solitario y las revistas juveniles de contenidos de moda, belleza, cotilleos, etc.
Hablamos de obesidad cuando existe un exceso de grasa corporal superior al 25 % en el varón y al 30 % en la mujer
Prevenir desde el embarazo y la infancia
La prevención de la obesidad debe comenzar desde etapas tempranas de la vida. En este sentido, es importante garantizar un buen estado nutricional durante el embarazo, en función de la salud de la madre y del futuro recién nacido. La deficiencia nutricional en el período periconcepcional se ha asociado con una mayor frecuencia de aparición de enfermedades crónicas en la edad adulta, como la diabetes tipo 2 y la obesidad en los recién nacidos de bajo peso.
Es evidente que la alimentación es el factor exógeno que influye sobre el crecimiento y desarrollo del niño. Por lo tanto, la vigilancia y el consejo dietético y nutricional del pediatra debería prolongarse más allá del primer año, sobre todo en etapas críticas del desarrollo, como la edad prepuberal y la adolescencia.
Una preocupación europea
Una pérdida mantenida de peso en el tiempo es vital, sobre todo porque las pérdidas y recuperaciones de peso continuas resultan muy perjudiciales para la salud. Ésta ha sido la principal conclusión puesta de manifiesto en el simposio que se ha celebrado en Barcelona recientemente «La Obesidad en el Siglo XXI», y que ha reunido a más de 150 expertos nacionales y extranjeros. Los estudios presentados han indicado que una pérdida del 10 % del peso se asocia con una reducción en los niveles de insulina y glucosa, disminución de la presión arterial, disminución del colesterol «malo» LDL y triglicéridos, aumento del colesterol «bueno» HDL, disminución de la severidad de la apnea del sueño, mejora de los síntomas asociados a las enfermedades degenerativas y mejora de ciertas condiciones ginecológicas.
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SEPTIEMBRE, 2021
“Sin prisa, pero sin pausa” es una expresión popular que hace referencia a una forma de desarrollar una actividad, bien podríamos hacerla sinónimo de constancia, de perseverancia, quizás también de prudencia, de cierta paciencia.
Dice la sabiduría popular que las prisas nunca son buenas y también que las prisas no son buenas consejeras. La prisa (palabra que en estas frases populares usamos en plural) es la necesidad o el deseo de hacer algo con rapidez, con urgencia, y es uno de los grandes males de nuestro siglo.
A la hora de adelgazar conviene hacer un completo «trabajo de campo»: explorar el terreno, los hábitos, el entorno y los gustos de cada uno son las claves para que la dieta llegue a buen término
La obesidad se ha convertido en una auténtica epidemia en algunos países europeos como España, lo que la convierte en la enfermedad metabólica más frecuente: el 14 % de la población (cinco millones de personas) ya la padece. Pero es que, si hablamos de sobrepeso, la cifra alcanza nada más y nada menos que el 38 %, según datos aportados por la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada (SENBA) en el marco del IV Congreso que se ha celebrado en Sevilla recientemente.
Hoy en día, para el tratamiento de la obesidad la mayoría de los especialistas se muestran partidarios de regímenes no muy estrictos, que persigan ante todo la pérdida moderada (un 10% es lo ideal) y mantenida de peso, que tenga en cuenta el entorno y los hábitos de vida de cada individuo y al que se añada como complemento el ejercicio físico moderado.
«La pérdida de peso es una carrera de fondo”»
Variables a considerar a la hora de diseñar un plan
De nada sirve poner el mismo régimen a una señora de mediana edad, acostumbrada a picar entre horas y a la que no le gusta nada el deporte, que a un joven con horarios estrictos de trabajo, con cierta actividad física y que lo que suele hacer es darse el atracón a ciertas horas? Por ello, cuando el médico diseñe tu dieta lo hará en base a una serie de variables que aseguren su éxito:
Los errores más frecuentes
Tomando confianza
Con el tratamiento de la obesidad es preciso una modificación conductual que en ocasiones precisa incluso de la ayuda de un tratamiento psicológico. La cuestión es lograr que el paciente se afiance en sus nuevos hábitos y adquiera autoestima y confianza en lo que hace. Por lo tanto, prestar apoyo al paciente obeso desde las consultas de psicología o psiquiatría puede ayudarle mucho a descartar la responsabilidad y el sentimiento de culpa, resaltando los aspectos positivos y los logros conseguidos, e insistiendo sobre los hábitos alimentarios y de actividad física aprendidos.
La obesidad en niños y jóvenes
El 30% de los niños obesos serán adultos obesos: ésta es una estadística real que preocupa sobremanera a los endocrinos. Pero ¿cómo evitar un problema que está alcanzando cotas alarmantes en los países desarrollados? Atajándolo a tiempo para evitar la obesidad en la etapa adulta. ¿Y cómo? Mejorando la alimentación, aumentando la actividad física a costa de ganarle terreno a los ratos de televisión y ordenador, y en general, modificando correctamente la conducta del niño obeso.
Según indica el Consenso SEEDO 2000 elaborado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, en la mayoría de los casos es suficiente con estabilizar el peso sin pretender una reducción ponderal, ya que el incremento de masa muscular asociado al crecimiento permitirá, en muchas ocasiones, normalizar el peso. Además, hay que asegurar una ingesta suficiente de energía y nutrientes con el fin de preservar el crecimiento y el desarrollo físico e intelectual, aumentando el consumo de frutas, verduras y glúcidos complejos y disminuyendo la ingesta de bebidas azucaradas y alimentos ricos en grasas del tipo bollería, fritos o aperitivos. Y sobre todo es fundamental incentivar la actividad física.
En este empeño por cambiar los hábitos del niño obeso resulta muy importante involucrar a toda la familia, ya que los padres desempeñan un papel muy importante en el cambio de hábitos. Pero cuidado con los mensajes alarmistas y restrictivos, sobre todo en las niñas: hay que ir con cautela para no promover el desarrollo de trastornos en la conducta alimentaria (anorexia o bulimia). Respecto a estas desviaciones de la conducta, un estudio realizado por la Universidad de Navarra en 2.862 chicas de la comunidad foral, ha sacado a la luz el papel determinante que adquieren en su desarrollo el entorno familiar y la comunicación con los padres, el comer en solitario y las revistas juveniles de contenidos de moda, belleza, cotilleos, etc.
Hablamos de obesidad cuando existe un exceso de grasa corporal superior al 25 % en el varón y al 30 % en la mujer
Prevenir desde el embarazo y la infancia
La prevención de la obesidad debe comenzar desde etapas tempranas de la vida. En este sentido, es importante garantizar un buen estado nutricional durante el embarazo, en función de la salud de la madre y del futuro recién nacido. La deficiencia nutricional en el período periconcepcional se ha asociado con una mayor frecuencia de aparición de enfermedades crónicas en la edad adulta, como la diabetes tipo 2 y la obesidad en los recién nacidos de bajo peso.
Es evidente que la alimentación es el factor exógeno que influye sobre el crecimiento y desarrollo del niño. Por lo tanto, la vigilancia y el consejo dietético y nutricional del pediatra debería prolongarse más allá del primer año, sobre todo en etapas críticas del desarrollo, como la edad prepuberal y la adolescencia.
Una preocupación europea
Una pérdida mantenida de peso en el tiempo es vital, sobre todo porque las pérdidas y recuperaciones de peso continuas resultan muy perjudiciales para la salud. Ésta ha sido la principal conclusión puesta de manifiesto en el simposio que se ha celebrado en Barcelona recientemente «La Obesidad en el Siglo XXI», y que ha reunido a más de 150 expertos nacionales y extranjeros. Los estudios presentados han indicado que una pérdida del 10 % del peso se asocia con una reducción en los niveles de insulina y glucosa, disminución de la presión arterial, disminución del colesterol «malo» LDL y triglicéridos, aumento del colesterol «bueno» HDL, disminución de la severidad de la apnea del sueño, mejora de los síntomas asociados a las enfermedades degenerativas y mejora de ciertas condiciones ginecológicas.